martes, 13 de julio de 2010
Atemporal
¿Sabes? Hoy, al recordarte, lloré por la mañana mientras tomaba el café. A dice que debo superarlo que esa a quien recuerdo ya no eres tú, que hace mucho que cambiaste y lo sé y no sé por qué me cuesta tanto aceptarlo. Llevas más de un año lejos de esta ciudad, de este país, pero en realidad es más y mis intentos por tu permanencia han sido vanos. Los recuerdos no se esfuman como el humo de este cigarro y el cariño tampoco. Tal vez mi corazón es tan pequeñito, de pollo como dice mi papá, pía y exagera, pía, pía, pía… No me enojo pío. Te acuerdas cuando me decías “enójate conmigo” y yo sólo no podía, aún no lo logro. Quizás sea tiempo de dejar esos recuerdos bonitos de infancia y adolescencia y seguir, dejar de querer mantener lo impermanente. Es que yo sigo siendo yo, eso creo, la mismita con algunas variantes, pero yo. Eso debe ser. Tomo tan en serio ciertas palabras y asumo compromisos gustosos sin consultarlos y entre tanto asumir no me importa si son líneas paralelas o perpendiculares. Ya no puedo seguir asumiendo lo inasumible, lo que ha terminado. Y esto no tiene nada que ver con mi terapeuta, sino con la ilusión de que lo perdido vuelva y perdure. A veces olvido que hemos crecido y que ya no hay juegos de zapatitos cruzados para después preguntarle a las tías de quién son los pies, las risas en la madrugada, las uñitas y las cartitas de cumpleaños… Eso siempre estará en un cajoncito de mi corazón, pero las añoranzas, los quizás, deben terminar porque lastiman mucho.
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