viernes, 26 de febrero de 2010

H.e.a.r.t


Si mi corazón pendiera como el que adorna la esquina y girara como un péndulo cuando le hicieran preguntas y se golpeara contra las paredes cuando se sintiera abrumado y se cuarteara cuando algo le doliera, mi corazón no sería más que pedazos de cristal verde amontonados en la esquina que antes adornaba.
Qué difícil es perdonar cuando sabiendo de la fragilidad de tu corazón lo laceran hasta no poder. “No sé, porque eras muy buena”, me dijo, casi sin pensarlo, como respuesta a mi pregunta: "¿por qué eras así conmigo?" "¡Ah!" Creo que fue lo que pronuncié y después de “me dio gusto saludarte” colgué el teléfono. Tantas veces intenté descifrar su crueldad hacia mí, quería que hubiera un motivo, algo que me ayudara a mantenerme lejos, una barrera real. Quería cualquier cosa que me convenciera de ya no quererlo. No sé si lo he perdonado, se podrá, podré. Me he perdonado a mí misma. Y su respuesta me hizo comprender que creí estar o estuve enamorada de un idiota.
Nota: María decía que todas tenemos por lo menos un patán en nuestra vida, sin duda, él fue el mío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario