jueves, 28 de enero de 2010

En miércoles: a escasos días de la partida de los Gormley

Ayer que era hoy y hoy que era mañana… Ayer después del susto con los abusos de las inmobiliarias y de discernir entre si comprábamos la bodega, el estacionamiento y los acabados y ya después el departamento, porque para ese sí que no nos alcanza, visité con A la exposición de Gormley. No había pisado un museo desde el paseo por el Dolores Olmedo que finalizó con El Corcito. Los extrañaba, pero sabía que sería doloroso porque aún extraño ese trabajo que me gustaba tanto, sin importar el dinero, y el rechazo a la maestría porque la ilusión por iniciar el año de nuevo en mi universidad y estudiando algo que disfruto tanto se esfumó en un segundo… Vaya que esta inactividad laboral me ha vuelto más catastrófica e incisiva, whit my self.
Decía, fue una tarde muy divertida, jugamos a darle nombre e historias a las esculturas, por segundos o minutos nos convertíamos en ellas o ellas en nosotros y reíamos. Pensaba en lo irracional en que debe mantenerse la mirada para poder brindarle al arte un contexto que, quizás, podríamos llamar racional, o más bien racional-emocional (sí, contradictorio e inexistente), esto es lo terrible de intentar etiquetar -eufemística, sin duda-. Lo dejaré en sensibilidad y me viene la duda sobre la empatía... Ya.
Acepto que a pesar de intentar mirar desde diferentes aristas ciertas obras de determinados autores, sobre todo del denominado arte contemporáneo, en muchas ocasiones ni percibo, ni entiendo, ni siento. Me alegra mucho, que ayer –hoy- no fuera el caso. Lo disfruté mucho.

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