viernes, 4 de junio de 2010

Se fue

Volteo la mirada y observo a unos pequeños jugando, corriendo, gritando… Hace una mirada cuando uno de ellos llevaba su comida a la casa, su pollo kentucky, para comer acompañado -diría que para chuparse los dedos, pero era un caballerito demasiado propio para eso- porque sus padres casi nunca estaban en casa. Gordito con cabellos rizados como serpentinas. Mi hermano y él sonreían. Mi pequeño hermano cabellos de agua. Ayer falleció aquel niño que nos conmovía tanto y hoy, nada, ya no está, ya no existe ese pequeño que buscaba compañía a la hora de la comida. Lo mató la velocidad, la moto, la falta de casco…, pero nada de eso importa porque él ya no está. Está un cuerpo que hará un viaje a Veracruz, el último, y no importa porque ya no es él, es sólo un cuerpo. Y siento el pecho oprimido porque el nene que miraba ha muerto y ha dejado a otro sin padre. Y ya no está, y las imágenes van hacia atrás en mi cerebro y es como si tampoco hubieran estado nunca…
Tiene menos de un mes que dos de los amigos de infancia de mi hermano ingresaron al reclusorio y me duele imaginarlos ahí, me duele su falta de sensatez, me duele su tontería… Me gustaría poder seguir viéndolos corriendo, jugando y gritando. Pequeños. Y de algún modo, ahora sólo percibo su ausencia, y todo se fragmenta y, como si fuera un puzzle, intento unir las piezas para comprender, pero no encajan. Se han quedado sin esquinas que unir. Y es como si tampoco ellos estuvieran.
Está mi hermano a pesar del miedo de tantas veces que creí… No quiero escribirlo. Está y puedo llamarlo para que me haga reír con una tontería y para decirle te quiero. Él no es un fragmento, está completo, lloro, pero estoy feliz por eso.

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