Viejo cajón que eres así cual una madre,
que me ofreces tus brazos como un amigo bueno
para arrojarme en ellos en forma de papeles
donde puse o pusieron algo unido a mis sueños
Tú, donde yo he botado neurasténicamente
el cáliz que hallé fresco y te lo di por viejo
librándole mezquina de mis manos nerviosas
que ávidas se tendieron sobre el capullo nuevo;
tú que ignoras nada de este desorden mío
que tu espacio breve hizo un cofre bohemio
dejando que se muerdan algunos besos suaves
y haciendo que se besen algunos odios muertos;
tú que has visto mis manos crispadas abrazarte
cuando quise en tu tumba enterrar un recuerdo,
que acaso eres el único que conoce de cerca
cuáles son mis amores y cuáles son mis desprecios,
estás lleno de polvo, olvidado en la oscura
habitación que nadie visita, ni el sangriento
lamparazo del sol cuando marcha, ni el banco,
orificado leve, sobre la aurora abierto...
Yo he penetrado ayer en el cuarto sombrío;
me allegué para abrirte, mi buen amigo viejo...
¡Y he sido una cobarde! ¡Mis manos han temblado
y no pude mover tu lomo polvoriento!
Alfonsina Storni
domingo, 16 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario