“Estoy sola en un mundo de solos”, lo escribí hace seis años. Aún hoy estas palabras se repiten en mi cabeza en días, en momentos como éste.
Me pregunto qué me ha quedado de esta celebración de Navidad, además del remordimiento por el atascón de caldo de camarón , pavo, espagueti y ensalada de manzana y de la tristeza que suele acentuarse en estos días. También me queda la pregunta de mi padre ebrio de vino blanco sobre el “dulce” aplicado como adjetivo calificativo a la gente, que si bien nos hizo reír mucho no me parece errada y menos tonta…
Me quedo con las frutitas tintineantes que ayudé a colocar a mi mamá en la entrada de la cocina, con el maullido contento de Tache, con la alegría que sentí cuando, por fin, Adrián atravesó la puerta de entrada, con el olor del ponche de frutas y el viento frío.
sábado, 26 de diciembre de 2009
viernes, 18 de diciembre de 2009
Sigues llegando después de que salen la luna y los luceros
Septiembre/2002
Hace unos momentos sentí que mi padre moría, sé que él pensó lo mismo. Me levanté de la cama, con el miedo que siempre me avergüenza, al escuchar sus lamentos. Ambos sentimos a la muerte pasear por la habitación, qué impotencia verlo sufrir. Apretó mi mano cuando la sintió entre la suya.
Nunca vi sus manos como hoy, ni las mías que ya se preparaban a cerrar sus ojos.
Soltar su mano, correr hacia el teléfono, pero quizá cuando volviera se encontraría inmóvil, llorar, escucharlo decir que no me fuera -eso me aterraba más-. Pedir que su dolor fuera el mío.
Saber que su mayor preocupación era dejarnos desamparados.
Sólo tome muy fuerte su mano y lo miré, no fui por ayuda, si el estuviera estático en esa cama sería mi culpa.
Y el gato que ayer me lastimó maullaba egoísta, como la que lo cuida. Nunca me había molestado tanto ese maullar y maullar.
Se rompió la pecera, vi cuerpecillos de colores con ojos opacos, algunos resucitaron. Mi padre sigue aquí. ¿Cuánto tiempo?
Te quiero tanto papá.
Hace unos momentos sentí que mi padre moría, sé que él pensó lo mismo. Me levanté de la cama, con el miedo que siempre me avergüenza, al escuchar sus lamentos. Ambos sentimos a la muerte pasear por la habitación, qué impotencia verlo sufrir. Apretó mi mano cuando la sintió entre la suya.
Nunca vi sus manos como hoy, ni las mías que ya se preparaban a cerrar sus ojos.
Soltar su mano, correr hacia el teléfono, pero quizá cuando volviera se encontraría inmóvil, llorar, escucharlo decir que no me fuera -eso me aterraba más-. Pedir que su dolor fuera el mío.
Saber que su mayor preocupación era dejarnos desamparados.
Sólo tome muy fuerte su mano y lo miré, no fui por ayuda, si el estuviera estático en esa cama sería mi culpa.
Y el gato que ayer me lastimó maullaba egoísta, como la que lo cuida. Nunca me había molestado tanto ese maullar y maullar.
Se rompió la pecera, vi cuerpecillos de colores con ojos opacos, algunos resucitaron. Mi padre sigue aquí. ¿Cuánto tiempo?
Te quiero tanto papá.
jueves, 17 de diciembre de 2009
De aquellas noches
Enero/2002
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que el púrpura se deslizó por el abismo?
Mi cabeza zumba y mis manos tiemblan. El temor ya tiene sombra; una palabra que empieza a desenmascararlo.
Aurora y sus quimeras están entre paredes blancas y cristales como espejos. Donde atemorizan a la locura, la asesinan, la extirpan y después la dejan libre.
La sangre llama y desgarra. Mi gato lo sabe.
Me haces falta, te necesito y estás tan lejos. ¿Lo sabes?
El cariño es un camaleón o el espejismo.
Sabes, sabes, sabes, sabes...
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que el púrpura se deslizó por el abismo?
Mi cabeza zumba y mis manos tiemblan. El temor ya tiene sombra; una palabra que empieza a desenmascararlo.
Aurora y sus quimeras están entre paredes blancas y cristales como espejos. Donde atemorizan a la locura, la asesinan, la extirpan y después la dejan libre.
La sangre llama y desgarra. Mi gato lo sabe.
Me haces falta, te necesito y estás tan lejos. ¿Lo sabes?
El cariño es un camaleón o el espejismo.
Sabes, sabes, sabes, sabes...
De mi libretita de hojas negras
26/febrero/2001
Como un sortilegio tras la media noche en medio de un zigzagueo luminoso y pueril. Cercanía perversa con voces que no explican mi existencia y la suya. La ceguera aparece con la tinta violeta y la mirada se viste de luto al igual que las entrañas. Insomnio continuo. La oscuridad cautiva se desborda en un instante. Brota la incertidumbre por tu pensamiento, tus palabras significaron ausencia. Olvidaste el cariño y la claridad. Una turbiedad punzante y enferma. Duele el alma al pensar que mi mentira sea real. Y el gato desliza sus garras en la puerta, el temor a encontrar a su sombra despedazada lo detiene, su cuerpecillo de carbón decide clavar su mirada en la ventana y esperar. Espero como él detrás del cristal, como un móvil estático que sufre en el vacío.
Como un sortilegio tras la media noche en medio de un zigzagueo luminoso y pueril. Cercanía perversa con voces que no explican mi existencia y la suya. La ceguera aparece con la tinta violeta y la mirada se viste de luto al igual que las entrañas. Insomnio continuo. La oscuridad cautiva se desborda en un instante. Brota la incertidumbre por tu pensamiento, tus palabras significaron ausencia. Olvidaste el cariño y la claridad. Una turbiedad punzante y enferma. Duele el alma al pensar que mi mentira sea real. Y el gato desliza sus garras en la puerta, el temor a encontrar a su sombra despedazada lo detiene, su cuerpecillo de carbón decide clavar su mirada en la ventana y esperar. Espero como él detrás del cristal, como un móvil estático que sufre en el vacío.
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